
Asari Dokubo, en su palacio.
Asari Dokubo, señor de la guerra nigeriano: "A Occidente no le importa lo que ocurre aquí, sólo nuestro petróleo"
El entrevistado aseguró que el dinero del petróleo terminaría con las miserias de su pueblo, aunque el dinero del petróleo le financia a él la construcción de su nuevo palacio.
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Asari Dokubo se encuentra supervisando las obras de su nuevo palacio en Obuama, en el estado de Rivers, Nigeria. Su poderosa figura reposa sobre una silla de plástico, colocada a conveniencia bajo la sombra de un arbolito y rodeada por sus lugartenientes más cercanos. Se le entrecierran los ojos cada escasos segundos, víctimas de la modorra y del calor que envuelven el ambiente húmedo del delta. Súbitamente los abre como recuperando el vigor de su juventud, para mirar a su alrededor y comprobar que es el dueño y señor de todo cuanto le rodea. Lo sigue siendo. Toma nota de ello, se acomoda satisfecho en la silla. Contesta a la pregunta que le expuso el periodista:
“Las relaciones de los ijaw con Portugal y España siempre fueron buenas. Vinieron en el siglo XV, pero respetaron la cadena de comercio y no fueron más allá de la costa”. Resopla, hace pausas cada poco rato y espera que sus hombres concuerden con lo que dice. “Fueron los franceses y los ingleses quienes buscaron quitarnos la soberanía… quisieron tenerlo todo. Para conseguirlo, crearon una entidad ficticia que hoy conocemos como Nigeria”.
Las bases de sus ideas se remontan a la sangre derramada de sus ancestros. “Lo mejor para ellos [los ingleses] fue que nuestra tierra estaba dividida en reinos demasiado pequeños para hacer frente a los invasores”. Asari menciona a los ingleses porque considera, igual que el resto de su etnia, que los británicos llevan expoliando los recursos de su tierra desde que la Compañía Real del Níger se llevaba el aceite de palma a Londres, tras cometer las masacres de rigor.
Menciona los términos de violencia en los que han tenido que vivir los ijaw (etnia a la que pertenece) desde la Conferencia de Berlín, y reivindica un federalismo nigeriano que se aplique en el plano práctico. Para él, la independencia de cada estado nigeriano con respecto al gobierno central debe ser coherente con los matices culturales e históricos de las distintas comunidades nigerianas. Menciona el petróleo (que crece en Nigeria de manera exclusiva en el delta del Níger) y asegura que “las petroleras europeas y americanas están participando en una masacre medioambiental, he dicho masacre. Es un genocidio medioambiental”.
Varios asienten. Uno de sus camarillas de segunda categoría le abanica con un cartón de la obra.
Asari Dokubo fue presidente del Ijaw Youth Council (IYC), una entidad política destinada a salvaguardar los derechos de autodeterminación ijaw frente al gobierno nigeriano, hasta que decidió que las palabras eran insuficientes para imponer su perspectiva, entonces se introdujo en los manglares del delta del Níger con un puñado de fieles y organizó la primera insurrección armada de la etnia ijaw contra el gobierno del país africano. Una guerra con pausas y arrebatos y nuevos actores que hizo veinte años en 2024. Orquestó asesinatos, batallas en los hilos del delta que rellena el agua turbia por los vertidos de petróleo y la contaminación desbocada. Sus ataques contra instalaciones petroleras fueron calificados como actos terroristas por los medios de comunicación y los organismos estatales.
Asari Dokubo ha estado encarcelado en repetidas ocasiones por delitos gravísimos, desde 2013 tiene nacionalidad beninesa, hoy es el histórico líder del Niger Delta People´s Volunteer Force (NDPVF) y un héroe entre los suyos, aunque el europeo debiera saber que colaboró en el pasado con Irán y con Gadafi. O eso dice en la entrevista, que conoció al archiconocido dictador libio “antes de que Occidente le asesinara”.
“Todas las oportunidades que hemos ofrecido al gobierno central han sido anuladas por el gobierno central. ¿Sabes lo que significa eso?”. Y niega que el gobierno cumpla con las condiciones que prometió a Asari Dokubo tras su última tregua, es más, critica a las demás etnias al calificarlas de “cobardes” por no tomar las armas, pero se encoje de hombros antes de hacer otra afirmación: “La guerra es tradición de los ijaw. Pero la juventud de hoy, ya sabes cómo son. Ven la ciudad y las chicas fáciles y eso les pierde. Yo hablo de integrar la tecnología en nuestra lucha pero falta compromiso por su parte. Quieren el dinero fácil”.
Nuestro protagonista pactó una tregua con el gobierno nigeriano en 2011 y ahora vive de las rentas que le reportan diez millones de dólares anuales a cambio de proteger los oleoductos de otros grupos armados que, irónicamente, inspiran sus acciones en las que fomentó Asari en 2004; o mejor, le pagan a cambio de no atacar los oleoductos. Anuncia con modestia que muchos de sus hombres combaten hoy junto al Gobierno en el norte, enfrentándose a Boko Haram, y procede a enseñar vídeos tomados después de los combates contra los terroristas, temblorosas escenas grabadas aún con la adrenalina de la batalla y que muestran a prisioneros aterrados o cadáveres desnudos de cintura para abajo.
Enseña muchos vídeos, se regodea en ellos, resuella con satisfacción cuando aparece en la pantalla un cadáver más mutilado de lo habitual.
Al ser cuestionado sobre cómo funciona aquello de compaginar su lucha independentista y antisistema con proteger los intereses de Abuya en el delta, contesta con un gruñido escueto que “Abuya no paga lo que debería”. Cuando se le pregunta por Oweizidei Ekpemupolo, alias Tompolo (famosísimo líder de otro grupo armado, también de la etnia ijaw, que firmó una tregua en 2022 que llevó a la creación de una empresa de seguridad conocida como Tantita Services), responde que “Tompolo es un hombre de negocios”.
Poco después:
“Oh, sí, claro que habrá guerra [entre los grupos armados del delta del Níger y el gobierno nigeriano]. Por supuesto. Hay muchos grupos sin un liderazgo claro, sin mandos fijos. Es un descontrol”. Posteriormente, asegura que “la guerra ya ha comenzado” pero que “no se está contando” por intereses del gobierno de Nigeria. Procede a mostrar nuevos vídeos de prisioneros y muertos para siempre, ahora con las cubiertas de las barcas y el verdor del delta como escenario. Muerte por todas partes. Claro que quiere que el petróleo sea de los ijaw por encima de cualquier cosa, se supone que el control de los recursos de los ijaw es una de las bases de su lucha, pero el gobierno no se muestra dispuesto a negociar este aspecto.
Asari Dokubo ha hecho suya, aunque sin llegar a decirlo en voz alta por temor a perder su influencia, esa frase que exclamó San Lupo cuando le acorralaron las hordas de Atila: “Si no puedes vencer a tu enemigo, únete a él”. Asegura que el dinero del petróleo terminaría con las miserias de su pueblo, aunque el dinero del petróleo le financia a él la construcción de su nuevo palacio.
Luchar por separado
Habrá guerra. Ya la hay. No hay líderes entre la juventud que logren imponer su autoridad sobre el resto de las bandas armadas y eso hace que el conflicto sea caótico y quede silenciado. No quedan personajes como Asari Dokubo o Tompolo. Son muchos grupos y son fieros, incluso a la hora de enfrentarse entre ellos mismos por los despojos de la victoria. Pero Asari es magnánimo con las nuevas generaciones y excusa una parte de esta división en los mismos motivos que impidieron que su generación se uniera en un único grupo. Todo depende de la tradición, donde la tradición es que los ijaw, aunque sean una única nación, están formados por diferentes pueblos que han mantenido a lo largo de siglos distintos reyes.
Buscan un país para los ijaw en su conjunto, sí, luchan por crear un único Estado independiente porque saben que sería ridículo pedir un único huerto para cada rama de su árbol. Pero hay algo en su genética cultural que les obliga a combatir separados. Asari se queja de que no haya nadie joven que se haga con el liderazgo pero tampoco olvida que él también fracasó en esto.
La libertad de su tierra y de sus recursos es la copla que repite el hombre nacido cristiano pero que se convirtió al islam durante su juventud, supuestamente porque las herramientas del cristianismo no eran suficientes para el camino de la revolución. Hizo como Malcolm X y Muhammad Ali, que canalizaron por medio del islam sus corrientes ideológicas vinculadas a la negritud y los movimientos sociales de liberación que defendían. Nadie podría negar que fue un león que rugía durante su juventud, pero ahora cuenta con 3.500 hombres bajo su mando y controla con beneplácito del gobierno una importante porción de tierra en Obuama. Asari Dokubo hace, como todos los hombres de vidas intensas, retrasar lo inevitable y completar un círculo natural al ser político, luego guerrillero y, con sesenta años en sus carnes, político otra vez, aunque manchado por el tinte imborrable de los años: es un señor de la guerra.
Él lo explica así: “Utilizo los mecanismos de la lucha para maximizar las oportunidades que mejoren la vida de mi gente”.
Al preguntarle si ha conseguido cambiar para bien las vidas de la gente, contesta muy convencido de forma afirmativa y suelta una perorata que subraya sus heroicidades, pero no expone ejemplos claros. Millones le temen. Pero cuesta juzgarle porque millones le adoran. A la manera de sus mandatarios favoritos, incluye en su guardia personal a un número elevado de mujeres que custodian sus alrededores.
“Lo único que les importa [a las nuevas bandas] es el dinero, por eso hay secuestros y asesinatos y todo eso. Y a Occidente no le importa nada de lo que ocurre aquí, en lo que están interesados es en nuestro petróleo. Nosotros nos mantenemos divididos y eso es mejor para ellos. Si el petróleo deja de fluir… entonces se interesan”. Hace falta una nueva pausa para que todos los presentes asimilen lo que acaba de decir: cortar el suministro del petróleo es el único método que traerá soluciones. Él fue quien lo descubrió, hace décadas. Pero Asari Dokubo tiene sesenta años y considera razonable que ahora sea tiempo para que los jóvenes dirijan la lucha. Es triste verle así, entre corrompido y apenado por los cauces que han tomado unos ideales donde los grupos armados son hoy bandas criminales antes que verdaderos revolucionarios.
A Oweizidei Thomas Ekpemupolo, alias Tompolo, líder del Movimiento de Emancipación del Delta del Níger, lo define hoy la Wikipedia como un líder de la religión woyin, y es un importante empresario con contratos de seguridad en toda la región; Ateke Tom, que fundó los Vigilantes del Delta del Níger en 2003, es ahora rey de Okochiri y se mantiene como el más belicoso de los tres, aunque ciñéndose a sus acuerdos con el Gobierno; Asari Dokubo ha mandado construir un palacio mejor que donde vivía. Esa es la vieja guardia.
Cierra los ojos unos segundos. Parece que se ha quedado dormido. Los abre, el mundo se reduce cuando vuelve a imponer su presencia en él. Todos a su alrededor prestan atención a sus gestos, aunque sea de reojo. Decenas de hombres y mujeres vestidos con el uniforme negro de su pequeño ejército vigilan armados treinta kilómetros a la redonda. Asari Dokubo trajo alumbrado a varias carreteras de la zona y consiguió hacer ricas a algunas personas de la comunidad, luchó, se vendió caro, hoy es reverenciado por los independentistas ijaw. Morirá en algún momento y sus soldados buscarán un nuevo líder. Será interesante ver lo que ocurra entonces.